Últimamente España está pagando altos intereses para colocar su deuda, con la que actualmente tiene un diferencial con respecto a Alemania de aproximadamente 3 puntos.
En una importantísima parte esto es debido a la desconfianza y el temor que están sembrando las declaraciones del principal partido de la oposición española, el PP, que, en lugar de apoyar a su gobierno, como deberían hacer y hace la mayoría de oposiciones del resto de países europeos, en nuestro país van sembrando dudas de que podamos pagar nuestra deuda a sus vencimientos.
Triste ejemplo el que está dando nuestra oposición, que vocingleramente alardean de un patriotismo del que carecen por completo, inspirados únicamente por la esperanza de que el gobierno español quiebre totalmente, para darles paso a ellos en unas elecciones anticipadas, aunque sea a costa de la ruina total de España.
Cabría destacar en su empeño de llegar al poder por cualquier medio las palabras del malhadado ex presidente español José María Aznar, quién a lo largo de sus paseos por varias universidades (donde no sé que puede pintar este mesiánico individuo), y en varios medios de comunicación de todo el mundo, dudando de la posibilidad económica de España.
Continuando las órdenes de su ideólogo Aznar, el inoperante Mariano Rajoy ha abundado en la misma opinión, esperando llegar a La Moncloa sin haber explicado ni una sola palabra sobre su forma de proceder si llega al poder.
Y nos faltaba la gota que rebosa el vaso; el Sr. González Pons ha puesto en duda la veracidad de las cuentas presentadas por nuestro gobierno, por supuesto, siguiendo las instrucciones marcadas por sus superiores, haciendo unas declaraciones que se podrían catalogar como delictivas, pero, en todo caso, merecedoras de la calificación de traidoras. Este señor debería ocuparse de la corrupción existente en su partido a todo lo largo de la Comunitat Valenciana, despilfarrando miles de millones de todos los valencianos en rimbombantes e improductivos fastos en lugar de lanzar columnas de humo tratando de distraer la atención sobre sus propias suciedades.
José María Oviaño.
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