El espantoso terremoto de Haiti nos trae a la memoria el comportamiento de los diferentes países que han gobernado y manejado este desgraciado país hasta la fecha.
Durante los años de la colonización francesa la potencia europea no hizo nada positivo por el bien de Haití, no dotó al país de un mínimo de infraestructuras vitales para su supervivencia, ocupándose únicamente del saqueo y expoliación de los pocos bienes de los que disponía el territorio y de la explotación de sus gentes inhumanamente esclavizadas.
A esto le sucedió la invasión de los Estados Unidos, que siguieron con el mismo modum operandi, explotando las pocas posibilidades que ofrecía aquella tierra devastada por la tala de árboles y la escasa fertilidad de los eriales en que se convirtieron sus antaño ricas tierras.
Tras veinte años de superexplotación de sus posibilidades abandonaron el país, dejándolo en una lamentable situación económica y en manos de crueles dictadores, obedientes a los intereses de las multinacionales estadounidenses, y sin ocuparse para nada de las infraestructuras mínimas necesarias para su desarrollo.
Si estas potencias se hubieran preocupado de la edificación de ciudades con un mínimo de solidez en las construcciones en lugar de las frágiles chabolas de adobe, de la edificación de colegios y hospitales, de los saneamientos públicos, de las carreteras, etc. el número de víctimas habidas en este cataclismo serían infinitamente menores, sobre todo entre las poblaciones pobres, que carecían de toda posibilidad de vivir en mejores condiciones.
No solo debemos apoyar a Haití en su desgracia, sino que debemos ocuparnos de que esto no se pueda repetir, propiciando mediante la mediación de Naciones Unidas la reconstrucción del pais y la celebración de elecciones generales que doten a la nación de un Gobierno democrático responsable.
J.M.Oviaño
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